A mitad de recorrido de una de las manzanas del Paseo Martínez Campos de Madrid, frente al pequeño portal del número 40, se encuentra una tapia de ladrillo algo alta y coronada con vegetación que esconde uno de los más hermosos escondrijos de la ciudad. Descentrada en ese muro, una puerta con un arco escarzano nos permite adentrarnos en el lugar que anuncia la placa sobre el arco, el Museo Sorolla. Acceder a su jardín ya es cambiar de mundo, entrar en un espacio al que, por arte de magia, la ciudad queda tan alejada como irreconocible en sus sonidos y la paz y calma del jardín sustituyen el frenesí de los peatones y las carreras de coches y autobuses.
Sorolla encarga al arquitecto Enrique María Repullés la realización de la vivienda que debía incluir también su estudio de trabajo. Sobre dos parcelas que la familia Sorolla había adquirido en 1905 y 1909, se llevaría a cabo la obra desde 1910 hasta 1919, aunque desde 1911 la casa ya estaba habitada por la familia.
Sorolla falleció en 1923 y comenzó el proceso de convertir la vivienda en Museo y donar la obra del pintor valenciano al estado español. Su mujer, Clotilde comenzaría este proceso, fallecida en 1929, fue continuado por sus hijos, siendo Joaquín Sorolla García, hijo del matrimonio Sorolla, el primer director del museo.
El Museo Sorolla se inauguró oficialmente en junio de 1932.
El museo se organiza a través de dos plantas principales y una semisotano -donde se encuentran las taquillas, la tienda y una colección de cerámica.
La entrada se realiza directamente a la sala que fuera uno de los espacios del taller de Sorolla, concretamente la sala de lienzos y almacen, además del lugar donde preparaba las telas y los bastidores, así como los marcos de las pinturas. Es una de las pocas salas que no dispone de mobiliario.
La siguiente sala, algo más estrecha y alargada, era el despacho de Sorolla. En este caso si está el mobiliario original, además de pinturas y fotografías, así como algunos objetos personales. Todas las estancias dan al jardín y la casa se caracteriza por una gran luz que inunda todos los espacios -destacando la cristalera de salón.
La siguiente sala es, sin duda, el corazón del museo. El taller del pintor donde se encuentran varios caballetes -pues era habitual que trabajase sobre varios cuadros a la vez- varios botes con pinceles, paleta, tubos de pintura,... además de los "divertimentos", una pequeña colección de cuadros de pequeño tamaño sobre cartón que realizaba a modo de ensayo o preparación; un sofá con dosel y biblioteca, múltiples objetos, esculturas, muebles y cuadros completan la sala, la cual está coronada con un impresionante lucernario -y unas lámparas Tiffany que pueden encontrarse en varias habitaciones, compradas en Nueva York cuando Joaquín y Clotilde viajaron por los encargos de la Hispanic Society.
La visita continua con el acceso a la segunda parte de la vivienda. Esto es el Salón, el antecomedor, comedor, recibidor y las escaleras que suben al piso que era la zona privada de la vivienda y donde se llevan a cabo a día de hoy las exposiciones temporales del museo.
Es uno de los museos más destacados de la ciudad, como casa-museo de un artista, es uno de los mejores conservados de toda Europa y de los más completos en cuanto a la colección de piezas, obras y elementos propios de la cotidianedad de la familia.
Pero además, es uno de los museos más increibles que existen en la ciudad.
De martes a sábado, de 9:30 a 20h.
Domingos y festivos, de 10 a 15h.
Paseo General Martínez Campos, 37. Madrid
Metro L1 Iglesia y L7 y L10 Gregorio Marañón
Imágenes Javier Rodríguez Barrera - Museo Sorolla. CC BY-SA 4.0
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