UN RECORRIDO DE HALLOWEEN POR EL PRADO
Todos los viernes se publica una entrada en el blog sobre algún museo pequeño, desconocido, o que pasa desapercibido para poder conocerlo un poco mejor y descubrir que no sólo las grandes instituciones merecen la pena. Hoy, sin embargo, el museo si que va a ser una de esas grandes instituciones, como es el Museo del Prado, aunque la propuesta que se plantea es un recorrido por algunos de sus cuadros sobre brujas, espíritus, monstruosidades y demás aspectos tan típicos de este fin de semana.
Evidentemente, es obligado hablar de las Pinturas Negras de Goya, que además de hablar directamente de estos temas en algunas de ellas, otras simplemente, son tan sobrecogedoras que asustan y generan cierta aprensión en sus espectadores. Personalmente, siempre me ha llamado la atención en este sentido los Viejos comiendo sopa, un cuadro tan corriente en su tema como escalofriante en los personajes representados, que incluso, parecen meras calaveras. Pintadas entre 1820 y 1823, forma parte las llamadas Pinturas Negras de Goya, que realizó en su casa de la Quinta del Sordo en Madrid.
La festividad de Halloween, a día de hoy, es una fiesta dedicada a los espiritus, la muerte, las brujas y, por supuesto, al demonio. Todo esto forma parte del cuadro El Gran Cabrón -llamado también El Aquelarre- una reunión de brujas que a través de una serie de hechizos e invocaciones, logran que se presente ante ellas el mismísimo demonio, un ser caprino que domina el lado izquierdo de la pintura. Es otra de las Pinturas Negras, directamente la más cercana al tema que se trata en esta entrada. Las brujas, muy poco nítidas, son de rostros claramente afeados con unas pinceladas largas y espesas que se asemejan mucho a los viejos comiendo sopa.
La estrella de los cuadros de Goya de sus Pinturas Negras es, con toda probabilidad, Saturno devorando a su hijo, un cuadro gore en el que Goya se recrea en la sangre y en el cuerpo mutilado, que destaca sobre el fondo oscuro del cuadro con un Saturno desposeido de cualquier bondad. Crudo y directo, es una de las obras más destacadas de esta serie y que, además, en este museo, tiene su contraparte en el lienzo que, con mismo título, firmó Rubens. Un cuadro donde destaca la luz del cielo, más brillante, típica de los cuadros de Rubens y que, de una manera más edulcorada, cuenta el mismo tema, centrándose en este caso en el quejido del niño y los ojos enajenados de Saturno, que arrancan los primeros trozos de carne del niño. La versión de Rubens fue realizada entre 1636 y 1638, casi dos siglos antes. Son posiblemente, las versiones más famosas de este mito y ambas se encuentran en el mismo museo, permitiendo una comparación inmediata.
Dentro de la categoria gore podemos mencionar también el lienzo de José de Ribera de Ticio, el mito en el que dos buitres -o dos serpientes, dependiendo de la fuente consultada- se alimentaban de su hígado eternamente. El mismo tema es repetido en el mito de Prometeo. Los castigos eternos de esta índole eran habituales en la justicia de los dioses griegos. Atlás cargando la esfera del mundo; Sísifo escalando una montaña con una roca,... José de Ribera representó este tema en 1632 en un lienzo muy oscuro, en el que brilla el cuerpo de Ticio sobre el que destaca la herida abierta y los trozos de hígado que el ave le arranca.
La comedia tiene siempre cabida en cualquier tema, incluso en los temas relacionados con la muerte, las brujas o las maldiciones. Quizá para el tema en cuestión nos valdría con visitar cualquiera de los infiernos que representa El Bosco en sus trípticos, pero para cargarlo con un poco de humor, merece la pena visitar La extracción de la piedra de la locura, un cuadro de pequeño formato donde un -más que ingénuo- hombre es operado de urgencia de un mal terrible: la locura. Es asistido por un honesto galeno con un embudo en la cabeza, mientras un monje y una mujer -a quien parece que el entendimiento le balancea sobre la cabeza- observan los beneficios instantáneos de esta operación. Pintado entre 1501 y 1505, es una crítica a los muchos estafadores que existían y que juraban ser capaces de curar la locura.
La muerte es, por antonomasia, el tema central de ésta época del año. Bien podemos conocerla en la tradición de Halloween, como en las festividades cristianas de Santos Difuntos o en la gran obra de Don Juan Tenorio que, tan tradicionalmente, se ha representado como la tradición más típica de estas fechas en España. Relacionado con el tema funerario, existe la tradición de velar a los muertos y con ello, portar velos como símbolo de respeto. El escultor italiano Camillo Torreggiani, en 1855, en un gran alarde de calidad y virtuosismo, realizó este busto de la Reina Isabel II velada. Aunque su intención era más la de mostrar su simbología como garante de la fe, velada como pura, no en sintonía con el respeto funerario, es más habitual relacionarlo a día de hoy con ese aspecto, pues sigue siendo un elemento de tocado más habitual en la cultura popular con los muertos.
Lo macabro también tiene cabida con esta temática, y quizá no existe tema más macabro que el famoso recorrido que hizo Doña Juana con el cadáver de su esposo, Felipe el Hermoso, por los reinos de castilla, trasladando el ataud en un largo proceso de duelo. El cuadro es obra de Francisco Pradilla, pintado en 1877 como lienzo de temática histórica, en un momento en el que se buscaba revalorizar la Edad Media y los momentos gloriosos del pasado de cada nación, buscando en un periodo considerado oscuro y cuasi bárbaro.
Dejo para el final dos cuadros que pasan bastante desapercibidos en el museo, y que traen el motivo de la muerte como elemento principal de su temática. El primero, Las Edades y la Muerte, de Hans Baldung. Realizado entre 1541 y 1544, representa las tres edades del hombre y la muerte como siguiente paso dentro de la vida. La muerte, representada como un cadáver, con el reloj, simbolo eterno del inexorable paso del tiempo, la lanza rota y un fondo desolador, el horizonte humano que atenaza la existencia con la no existencia.
Por otro lado, el Emblema de la Muerte, del autor holandés Pieter Steenwijck -nacido en Delft, famosa ciudad natal del gran pintor Vermeer- un cuadro de vanitas -temática que destaca precisamente la muerte sobre la vida, como elemento unificador y única verdad de la existencia- en el que a modo de bodegón, se representan una serie de objetos entre los que destaca una calavera. Cabe destacar que es el único bodegón que tiene una bolsa de viaje, una metáfora del viaje de la vida -o al menos, así se ha querido interpretar.
De lunes a sábado de 10 a 20h.
Domingos y festivos de 10 a 19h.
Paseo del Prado s/n
Metro L1 Estación del Arte
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