Amaluna, Cirque du Soleil
He de reconocer que la crítica de espectáculos no es mi campo pero lo que anoche pude ver en la Casa de Campo de Madrid era Arte.
Era mi primera vez en el Circo del Sol, y las referencias que llevaba eran todas maravillosas, pero aún ahora, no encuentro palabras suficientes en el vocabulario para determinar lo genial, mágico y especial que fue ver un espectáculo como el de ayer.
Bajo el título de Amaluna, se recoge una sencilla narración que cuenta únicamente con luz, danza y música para hilar su trama: la historia es simple, un barco naufraga en la isla de Amaluna, y uno de los marineros se enamora de una chica que vive en la isla, mientras va recorriendo la noche y el día de la isla, con su flora y, sobre todo, con su fauna (así como algún que otro curioso habitante).
Esta historia es el leivmotiv de las acrobacias, los juegos malabares, la música, la luz y, sobre todo, la danza, que acompaña cada escena y cada momento como un personaje más en esta bonita y lejana isla.
Desde luego, cuando estudiamos performance y happening en la carrera parece algo novedoso y alejado de cualquier cosa que pueda existir, pero los juegos, la capacidad de sorprender o el arte instantáneo que se crea en la pista del Circo del Sol merece ser llamado arte efímero y, al menos, que nos asomemos y viajemos a un lugar tan maravilloso como divertido: Amaluna.
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