Ataulfo Casado, Ata

Es habitual conocer a personas que tienen un autentico don para desarrollar algunas actividades, muy habitual conocer esto dentro del ámbito artístico. La situación a veces se vuelve en su contra cuando algo se cruza en su camino que arruina ese mismo don. Esto le sucede a Ataulfo Casado, conocido familiar y artísticamente como Ata. Es pintor, pero paradójicamente, es un pintor ciego. Sin embargo, esta condición no ha resultado ser el inmpedimento definitivo que a priori pudiera haber sido para contiar desarrollando su trabajo y ha sabido darle la vuelta a la situación, plasmando en sus cuadros otra manera de pintar e, incluso, protagonizando un spot y un documental. 

Desde pequeño recuerdo por las paredes de mi casa una gran cantidad de cuadros suyos, firmados algunos como Casado, cuadros de gran realismo y cargados de vida, color y luz. Recuerdo que visitaba a mi familia a menudo, pero que ya no pintaba porque se le apagaban los ojos, y con ello, lo que era en su vida, pintor. 

Tener la capacidad de desarrollar mundos enteros en lienzos, o por ejemplo, ser copista acreditado del Museo del prado a la escasa edad de 14 años son grandes sueños al alcance de pocos grandes maestros de la pintura, que en su caso, se vieron truncados por una nube que atravesó su mirada, empañándola para siempre.

Pasarían años hasta que decidiera, probablemente su alma de pintor, reclamar aquel reino del que había sido expulsado, y volvería a pintar, primero a manchas y restregones, como si tuviera que aprender a caminar de nuevo, familiarizándose con los lienzos, los pinceles, las pinturas y sus texturas, y la parte más difícil, saber de que color pintaba. Poco a poco, abriría el camino a nuevas formas de interpretación y estudio de la luz y la perspectiva a través de los ojos de aquellos que podían ayudarle o que, simplemente, hacían de espectadores de sus cuadros y sus obras. Ejemplos de este periodo artístico son algunas de sus obras como Abstracción Nº 17, una obra intensa, que se adentra en el lienzo como una estrella fugaz pero atemporal, donde la atracción de gravedad ironiza con la colocación del cuadro y la perspectiva se logra por la superposición de trazos y tonos, logrando que del frío al cálido exista una superposición que se observa en las capas de profundidad del cuadro.

Los primeros lienzos de Ata son representaciones, impresionistas a menudo, de momentos de color, luz, movimiento, parte de los aspectos fundamentales de la corriente artística que desde los años 50, de manera muy ortodoxa, se inculcaba en las Academias de Bellas Artes y Escuelas de Arte del viejo continente, donde incluso con la presencia de autores más vanguardistas (Braque, picasso, Miró) se continuaba enseñando en valores más clásicos (si bien es a Picasso a quien se le atribuye la máxima de que hay que conocer las normas antes de romperlas) fue en esta línea más tradicional en la que se volcó Ata para sus primeras obras, cuadros de paisajes, marinas o retratos de estudio de amigos y conocidos pueblan los primeros años de su formación, teniendo un vínculo especial con el mundo de los payasos, de quienes continúa haciendo representaciones actualmente, pero que ya entre 1974 y 1978 realizó en más de una ocasión. 

Aventurándome en el aspecto teórico, desde Velázquez existen representaciones honorables de los bufones de corte; Picasso pintaba en sus primeros años arlequines y circenses que posteriormente, traspasaron el plano al cubismo así como los primeros retratos melancólicos y tristones de Casado han acabado adentrandose en sus manchas, pinceladas largas y su abstraccionismo más actual.

A día de hoy, mi casa continúa plagada de cuadros de Ata -como firma ahora- que acompañan como maletas de un mismo viajero, a aquellas sanguinas y carboncillos de estudio, de repaso, que ahora son incunables del arte, donde figura su nombre anterior, el de un hombre anterior. Sus cuadros continúan transmitiendo aquello para lo que creo debe ser el arte, sensaciones. Son cuadros llenos de vida, con ganas de sorprender al espectador, que aún impregnan de belleza la mente del pintor y es capaz de saltar las barreras de la vida, escapando de su conciencia, para quedar plasmadas en sus cuadros, en sus lienzo, en la vida misma de aquellos, que tenemos la fortuna de contemplar su obra. 

"Nuestra sociedad está agrisada, carente no solo de valores, sino en sus propias miserias, baso mis obras en crear color, necesario en nuestros días" (Septiembre 2007)

Casado no es un precursor, no es innovador, pero ha sabido mantener su estilo adaptándolo a las corrientes más vanguardistas de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Su pintura se puede calificar de rápida, de brochazos amplios y toscos. Sus sentimientos se transmiten con gran claridad al espectador de su obra, que, le guste o no, sabrá abstraerse de la realidad para llegar a comprender el estado del pintor, su opinión sobre nuestra sociedad y el rumbo que esta ha decidido tomar: la soledad.

El siglo XV supuso el triunfo del artista sobre la perspectiva.

La obra artística del siglo XX se basó en la necesidad de crear algo nuevo. Un incipiente cambio frente a una sociedad metropolitana, que tuvo que padecer las mayores desgracias de la historia (como bien demuestra la obra de los expresionistas Edvard Munch o de Oscar Kokotschka). El siglo XX supuso el triunfo del color. El arte pasa a ser un concepto, más allá de ser una mera expresión material.

En nuestros días, la pintura que se ha realizado en el nacimiento del siglo XXI ha basado sus conocimientos, como es natural, en toda la tradición anterior pero, además, ha aportado nuevas visiones cosmogónicas de una sociedad catalogada por muchos como “carente de valores”. 

Casado basa su obra en estos principios. Sabiéndose conocedor de la perspectiva, desarrolla la necesidad de “crear” color. Para Casado, la sociedad no solo tiene una importante carencia de valores morales, sino que esta “agrisada” en sus propias miserias y, a través de sus pinturas, Casado trata de llenar de color ese vacio provocado por la forma de vida moderna. 
Al contemplar su obra no se nos escapa la importancia del color y del volumen, creado mediante la aplicación directa del tubo de color sobre el lienzo, creando volúmenes sobresalientes de un espacio de dos dimensiones. Los Fauvistas de principios de siglo XX ya pintaban así, y de hecho, la aplicación del color directamente del tubo no se escapa a ningún Ismo del siglo XX. La abstracción como medio absoluto de comunicación es un modo de creación para obras de gran calidad y espléndida transmisión de sentimientos. El abandono, la soledad, el amor y la calidez son transmitidas de forma brutal a través de las pinturas de Ataulfo Casado. 

Tres de las grandes aportaciones del Surrealismo a la pintura fueron el Collage, el Frottage y el automatismo. El automatismo queda patente en la obra de Casado. El automatismo consiste en pintar de modo incontrolado, sin pensar en lo que se está haciendo, de tal modo que se algo en lo que ha tenido parte decisiva el subconsciente del artista. El retoque final del autor al cuadro provoca que sea absolutamente personal.

Podemos observar en los cuadros de esta última etapa de Casado el empleo del “Dripping”, término que procede del inglés (Drop significa gota). El pintor deja que la pintura gotee sobre el lienzo. 

Se puede conocer más de su obra, y adquirirla, a través de su web, en este enlace.

 

ATAULFO CASADO BUSTARVIEJO nace en Navalagamella -Madrid- el 14 de enero de 1948. El mayor de tres hijos, vivió en su pueblo natal hasta los 7 años, cuando se trasladó con toda su familia a Madrid. A su llegada, probó suerte en el concurso de dibujo y pintura Un beso y un regalo de El Corte Inglés, consiguiendo los mejores premios durante cuatro años consecutivos. A los 10 años es galardonado con la Medalla de Oro del Concurso de Pintura de la Asociación Belenista, obteniendo al año siguiente la Medalla de Plata en la misma categoría.

Con 11 años, en 1959, entra a formar parte como aprendiz en la Escuela de Arte y Oficios de la calle La Palma (Madrid). Allí realizó dibujos al carboncillo sobre papel. Evitó los blancos puros, degradándolos hasta la penumbra absoluta en las partes inferiores, creando una atmósfera sin perfiles donde se palpaba la escayola, los focos de la habitación e incluso las ventanas. Transcurrido un año, sus profesores le recomendaron que abandonara la escuela, pues no se sentían capaces de enseñarle nada nuevo y le recomendaron para que entrara a trabajar como aprendiz para el Mº Pedro Mozos, que tenía su taller en la calle Marqués de Cubas (Madrid). Pedro Mozos realizaba una pintura muy agradable y con gracia, especializado más en el dibujo que en la técnica pictórica, fue un gran docente a ojos del propio Casado. Allí aprendió rápidamente los usos de las sombras y las luces, trabajando casi desde el comienzo con el dibujo por completo y no por secciones como se enseñaba generalmente. A los 14 años, Ataulfo comenzó a dar clases de dibujo con las que pudo ganar un dinero y ayudar en la precaria economía familiar.

A los 17 años se presenta al examen de ingreso de la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, último año de la Academia como escuela de enseñanza. Tuvo que probar suerte al año siguiente en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense, realizando el examen en junio junto con unos 200 estudiantes de los cuales sólo aprobaron 19, entre ellos Casado. El examen fue un carboncillo del Apoxiomenos que realizó jugando inteligentemente con un sutil pero interesante sfumato que logró, sin lugar a duda, la aceptación de los miembros del jurado.

A los 23 años, Bienvenido, el padre de Ataulfo, abandona a su familia y Casado se queda como cabeza de familia, aunque su padre le pasaba a su familia una pensión que, a los 4 años, dejó de pagar, convirtiéndose Ataulfo en la única fuente de ingresos de la familia. Ese mismo año, su madre cae enferma y le diagnostican lo que parece un cáncer, es operada de urgencia, resultando no ser tal cáncer y sobreviviendo a la operación. Ese mismo año, Ataulfo se presenta a otro concurso de pintura, obteniendo el primer premio (Ministerio del Ejército C.I.R. de Colmenar Viejo.

La relación padre-hijo siempre fue tensa. El padre trataba con tosquedad a su hijo, una difícil relación que marcó profundamente a Ataulfo.

En 1982 obtuvo el segundo premio de pintura en el Certamen de Pintura Padre Llanos de la Junta Municipal de Vallecas de Madrid.

Ha realizado exposiciones en distintos lugares de la geografía, tanto colectivas como individuales en Estoril (Portugal), Madrid, Pamplona, Navarra o Murcia.

Entre los 80 y los 90, una retinosis pigmentaria le deja paulatinamente ciego y provoca una profunda crisis personal en Ataulfo, quien se ve obligado a abandonar los pinceles y refugiarse en su familia y amigos. El proceso creativo, sin embargo, queda latente hasta que a principios de la década de los 2000, retoma la pintura y modifica su estilo a su nueva condición de invidente.