Explorando museos: PATONES DE ARRIBA
Perdido en la Sierra Norte de Madrid, en un valle escondido, se encuentra el pintoresco pueblo de Patones de Arriba, famoso por haber sido -según cuenta la tradición- un reino prácticamente independiente durante mucho tiempo -tanto es así, que en la actualidad existen numerosos lugares turísticos que hacen referencia a este origen Real -la Taberna Real, el Rey de Patones, etc.
Visitar Patones, es visitar un museo al aire libre con una atmósfera cargada de encanto.
La fundación del pueblo de Patones se encuentra en el siglo XVI, por la familia Patón (de donde deriva, como es lógico, su nombre). De hecho, se encuentra en el Archivo Histórico de Simancas un padrón que certifica la existencia de 7 vecinos en la aldea hacia 1555. Posteriormente, fue una aldea dependiente de la Villa de Uceda hasta el siglo XVIII, cuando logró su independencia vecinal. Pero fue unos 100 años antes cuando apareció la figura que dio fama al pueblo, el Rey de Patones, una mezcla entre juez y consejero, que ostentaba más bien el cargo de alcalde, aunque fue tratado como Rey cuando recibió al Obispo Moscoso en Torrelaguna para solicitar la construcción de una ermita en el lugar.
Debido a que la propia Villa de Uceda parecía tener a Patones en el olvido, se le solicitó a Carlos III el reconocimiento de Patones como aldea independiente, siendo Carlos III uno de los que se refería al rey de patones como rey.
Durante la invasión napoleónica se creyó que Patones había pasado desapercibida a los franceses, pues su ubicación en la sierra la ocultan de los ojos de aquellos que pasan por el camino que une Guadalajara con Torrelaguna. De hecho, queda reflejado en algunas placas de azulejos del pueblo que los franceses pasaron de largo, manteniendo ese ideal de Patones como reino independiente. Sin embargo, es sabido por estudios recientes que esta información no es del todo cierta, y que se pagó a los franceses algunos tributos -al destacamento de Torrelaguna, a modo de soborno, para evitar el acoso de las tropas.
Si bien es cierto todo esto, Patones ha pasado a ser a día de hoy un lugar de turismo, plagado de urbanitas que buscan alejarse de la ciudad y perderse por sus sendas como la Ruta Genaro, y por sus callejuelas de pizarra y entre sus casas -también- de pizarra que son bien conocidas y están declaradas BIC, Bien de Interés Cultural.
Esta arquitectura tradicional de la Sierra Norte de Madrid es observable en otros pueblos del entorno como en Torremocha, La Cabrera, Valdemanco o Buitrago de Lozoya. Es un pueblo lleno de vida -sobre todo en días festivos o fines de semana- atraída por el turismo, por el interés de conocer una maravilla. Patones disfruta de la protección de la montaña, de la inexistencia de trafico rodado que permite a sus visitantes caminar y recorrer con toda calma sus rincones más emblemáticos. Es además escenario de los bancales para la agricultura, que permitía cultivar en el pueblo algunos cereales para la alimentación del pueblo y de sus rebaños.
La tradición se conjuga en este pueblo con el turismo actual, y el pueblo se llena de personas que desean apreciar el silencio de la naturaleza en muchos de sus rincones. Es curioso como la tradición de algunos lugares se ha visto conservada por obligación, pues descubrí en esta última visita que al cementerio (que se encuentra al otro lado del valle) sólo se puede acceder caminando, y que los ataúdes son trasladados hasta allí en borrico. Curiosidades que aún perduran en el siglo XXI y que, con agrado, nos sorprenden.
PATONES DE ARRIBA
Carretera M-912
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